En un pequeño pueblo del estado
de Guerrero, México, en la época antes de la revolución existía una próspera
hacienda, sus propietarios eran gente económicamente acomodada.
En una de las tierras de su
propiedad, ubicadas en las orillas del pueblo tenían una gran huerta de árboles
frutales, limones, naranjos, enormes mangos, ciruelos, entre otros, atravesaba
el pueblo de norte a sur lo que en esa época era un camino real, que se
prolongaba hasta atravesar también la huerta, ubicada al sur y continuando en
medio del campo, entre enormes árboles y lomas hasta llegar a otro pueblo, en
ese entonces dicho camino era transitado por carretas tiradas de caballos, que
transportaban lo que en la hacienda se cultivaba o por el ganado que era
arriado por los caporales que trabajaban en la misma, ya fuera de un pueblo a
otro o del campo a la hacienda y viceversa.
Pues bien, se cuenta que ya en
tiempos de la revolución, cuando surgieron gran cantidad de asaltantes, forajidos
y malhechores, que lo mismo asaltaban en los caminos reales que las haciendas, dueños
de la hacienda vieron en peligro sus propiedades y todo su dinero, que en ese
tiempo eran monedas de oro y plata sólidos, así como su riqueza acumulada en joyas
y piedras preciosas, lo que los llevó a esconder y poner a salvo todo lo que
podían y una manera de hacerlo fue guardándolo en baúles que amarraron con
lazos de ixtle y con ayuda de varios de sus peones cavaron en esa huerta una profunda
fosa y los enterraron, poniendo después sobre dichos baúles enormes rocas,
enseguida mataron a los peones y los arrojaron sobre los baúles, tapando la
fosa, con la creencia de que ellos cuidarían sus riquezas ahí enterradas y al
mismo tiempo no habría testigos que pudieran regresar por lo ahí enterrado,
finalmente, ya tapada la fosa sembraron sobre la misma un amate, uno de esos
árboles que con el tiempo llegó a alcanzar unas dimensiones enormes, como señal
donde estaba su tesoro.
En el pueblo y en otros pueblos
vecinos se conocía la historia y muchos habitantes de uno y otros habían ya
intentado cavar bajo las raíces del ya añoso amate con el fin de sacar tan
codiciado tesoro pero todos sus intentos habían sido en vano, algunos dicen que
porque los peones ahí enterrados junto con los baúles no dejaban que los
sacaran, otros cuentan que las enormes rocas depositadas sobre los baúles hacían
imposible el acceso a los mismos debido a lo estrecho del túnel cavado, además
de que cuando los interesados querían acercarse a las riquezas ahí guardadas
los lazos con que fueron atados, por inexplicable prodigio se convertían en
enormes serpientes evitando así que alguien pudiera acercarse a ellas y sustraerlas,
también llegó a correr el rumor de que por las tardes, ya casi al caer la noche
se aparecían bajo las espesas sombras del amate los espíritus de los peones y
ya oscura la noche se escuchaban ruidos extraños, voces y murmullos que no eran
nada naturales, y hasta se llegó a decir que era un espíritu malo el que
habitaba en ese lugar, lo cierto es que la gente evitaba andar por los
alrededores o pasar por las cercanías de ese lugar ya avanzada la tarde y mucho
menos ya caída la noche.
Así transcurriendo el tiempo, ya
se había hecho de todo en el intento por obtener dicho botín, hubo gente
incluso que llevó al lugar un padre para oficiar una misa y pedirle permiso a los espíritus que, según se
decía, ahí habitaban y así poder acceder al tesoro escondido en el lugar pero
tampoco tuvieron éxito en esa empresa, por lo que el asunto quedó olvidado por
algunos periodos de tiempo, allá de vez en cuando alguien lo volvía a intentar
pero sin éxito.
Fue pasado algunos años cuando
llegó a establecerse en el pueblo una familia, gente desconocida, y por demás
enigmática, con el pretexto de poner una fábrica de tejas de barro y ladrillos,
pero para esto construyeron un horno para la producción de los mismos en las
cercanías del codiciado lugar, tal vez atraída por la historia de que ahí se
escondía dinero y joyas antiguos de mucho valor, gente del pueblo que los
empezó a conocer rumoraba que eran personas conocedoras del espiritismo y que
pretendían hablar con los espíritus que en el lugar habitaban a fin de obtener
permiso de ellos y poder hacerse de todas las riquezas ahí escondidas.
Con el paso de los días se empezó
a ver a dos hombres y un niño de ocho o diez años, montados en sendos caballos ir
y venir de su casa a su rústica fábrica de tejas y ladrillos y viceversa,
durante el día, era gente muy reservada, taciturna, seria, de rostros
enigmáticos y sombríos, uno era un hombre de unos cuarenta y cinco o cincuenta
años, de estatura media, extremadamente delgado, podría decirse casi
cadavérico, de piel muy obscura, ojos negros bajo unas cejas aun más negras y
muy abundantes, su mirada era fija y penetrante, tanto que al sentirla se
erizaba la piel y su rostro era demacrado y enjuto, el otro, por la edad y el
parecido se infiere que era el padre del primero y abuelo del niño, rayaba los
setenta años, un poco menos delgado y más bajo de estatura y de rasgos un tanto
indígenas los dos, de su indumentaria se puede decir que era humilde y sucia
por el trabajo, calzaban huaraches y usaban sombrero viejo y de ala ancha los
tres, ocasionalmente cruzaban un saludo con gente que encontraban a su paso.
Cierto día los vecinos del pueblo
empezaron a darse cuenta que ya muy avanzada la tarde, casi de noche, pasaban
rumbo a su pequeña fábrica en lugar de ir rumbo a su casa y poco tiempo después
se supo que por las noches estas personas llevaban a cabo ritos espiritistas
dentro del túnel que ya había sido cavado previamente en el lugar, hicieron al
final del túnel una especie de altar en donde encendían velas y veladoras y
quemaban inciensos y algunas plantas aromáticas, por lo que el olor a cera quemada
y demás se propagaba hasta el exterior, siendo esto lo que alertó a las
personas que pasaban por el rumbo de lo que ahí se hacía.
Así pasó algún tiempo mas, se
sabía que a pesar de todos los esfuerzos y ritos que hacían no podían sacar
nada de lo que buscaban obtener, que incluso ya podían tocar con sus manos los
baúles que contenían tan preciadas riquezas, sin embargo a los pocos días, una
mañana se le vio al mayor de estas personas pasar rumbo a su casa con evidentes
muestras de haber sufrido una severa agresión pues tenía heridas en toda la
cara, brazos y manos, parecían haber sido causadas por enormes garras o algo
parecido, de las que se notaba que había brotado y corrido sangre, pues su
vestido fue manchado con la misma, del personaje más joven y del niño nunca más
se les volvió a ver ni se supo nada.
Según contó antes de desaparecer
del pueblo el hombre que se vio regresar a su casa, la noche anterior, a las
doce en punto, al estar su compañero en trance hablando con uno de los
espíritus que cuidaban el lugar y pensando que era el momento de acceder al
tesoro soñado, algo salió mal, nunca supo qué, pues parecía que hasta ese
momento todo estaba perfecto, el
espíritu se molestó, enseguida entró una ráfaga de viento que apagó todas las
velas y veladoras que en ese momento se encontraban encendidas al mismo tiempo
que se escuchó un estruendo parecido al de un edificio cuando se derrumba,
acompañado de risas y voces macabras, amenazantes e inentendibles, sintió que
el terror invadía hasta el último átomo de su endeble cuerpo, por un momento
todo quedó en silencio, se respiraba en el ambiente un olor nauseabundo,
insoportable, sentía que se ahogaba, no sentía su cuerpo y pensó que todo había
pasado pero no pasaron ni cinco segundos cuando en la densa oscuridad escuchó una
especie de ensordecedores rugidos y gritos chirriantes como de miles de fieras
y animales de todas las especies a la vez, entre los cuales alcanzó a
distinguir los gritos de terror, dolor y desesperación de su hijo y su nieto
pidiendo ayuda, pero no podía ayudarlos.
Pensó que era su fin, pensó que
ese túnel sería su tumba, mil pensamientos atropellados pasaron por su mente,
quiso gritar pero su voz no salía de su garganta, quiso salir corriendo pero
sus piernas no respondían, podía pensar pero estaba como muerto en vida, al fin
después de unos segundos de mortal silencio, rodeado de la impenetrable oscuridad
sintió como navajas desgarraban su cuerpo, sintió como unas enormes garras
recorrían cada milímetro de su piel, realmente deseó morir, después perdió el
conocimiento, no supo más de él, hasta la mañana siguiente que recuperó el
conocimiento, pensó que era una horrible pesadilla, pero no, era la realidad,
apenas podía ponerse en pie, era insoportable el dolor que le atormentaba,
tanto que la última parte del túnel tuvo que arrastrarse para salir a la
superficie, de su hijo y su nieto nunca más supo que pasó con ellos,
autoridades y vecinos del pueblo que conocieron de este hecho acudieron al
lugar en su busca pero todo lo que pudieron encontrar fueron rastros de sangre
en el piso, paredes y techo y en todo lo largo del túnel y nada más.
Han pasado muchos años desde
aquel día, nadie supo a ciencia cierta qué fue lo que pasó esa fatídica noche,
nunca más se supo de esas personas, nadie hasta la fecha ha podido descifrar
este misterio, el túnel fue rellenado de tierra por autoridades y vecinos para
evitar tentaciones a curiosos, el amate fue testigo mudo de esa tragedia, pero
se cuenta que ya avanzada la tarde aun se miran sombras deambular bajo aquel
impresionante árbol y quienes por alguna razón por las noches han tenido que
pasar por ese lugar refieren que han escuchado desgarradores gritos de dolor y
alaridos escalofriantes que son capaces de erizar la piel del más valiente, o
en el peor de los casos quedar paralizado y morirse de terror.
Hoy, aunque este lugar es
conocido por los habitantes de todos los alrededores nadie más ha intentado
siquiera desenterrar las riquezas ahí guardadas por los hacendados y
celosamente resguardadas por los peones sepultados con ellas.
¿Quieres dar un paseíto
por este lugar en una noche de luna?