El Trailero De La Carretera
(adaptación de Rubén Fisher)
(Libro: La Rumorosa y los aparecidos)
Hace mucho tiempo,
sobre la carretera de la rumorosa, un trailero manejaba a toda velocidad rumbo
a Mexicali, pues su esposa estaba a punto de dar a luz y quería llegar rápido a
su casa, ya que llevaba dinero para lo que se ofreciera, mas cuando iba a tomar
una peligrosa curva perdió el control y se estrelló contra unas rocas.
El chofer se bajó
del trailer todo aturdido, se miró el cuerpo y se alegró al darse cuenta que no
le había pasado nada. Entonces esperó a que pasara alguien para que le ayudara
o lo llevara a la ciudad, pero durante mucho tiempo nadie cruzó aquellos
cerros. El hombre se quedó dormido y cuando despertó se sorprendió al ver todo
oscuro; no entendía qué pasaba así que decidió caminar, caminó y caminó, avanzó
una buena distancia, sabía que la salida de la rumorosa estaba cerca y sin
embargo, cuando se dio cuenta se encontró en el mismo lugar del accidente...
A los tres días
hallaron el camión pero no al conductor; de él no se supo nada. hasta que en
una ocasión, años más tarde, un muchacho
se detuvo porque un hombre le hizo señas.
—Amigo, me llamo
Francisco Vázquez y necesito con urgencia que mi mujer reciba un dinero porque
va a tener un niño. Yo no puedo ir, mi trailer se descompuso y no lo puedo
dejar aquí.
—Sí, señor, con
gusto se lo llevaré —contestó el muchacho— sólo dígame dónde vive su señora.
El hombre le
entregó un papel en el que anotó la dirección y el nombre de su esposa. Al
despedirse, el joven sintió que un escalofrío le recorría la espalda, pues al
darle la mano, el señor estaban tan frío como un muerto. El muchacho no le dio
importancia, subió a su trailer y se encaminó a la ciudad de Mexicali.
Al día siguiente,
fue a buscar a la señora pero no la encontró; alguien le dijo que ya no vivía
ahí, que hacía tiempo se había cambiado. Sin darse por vencido, preguntó en
varios lugares hasta que, por las señas del papel, una anciana le indicó dónde
vivía. Al llegar dio unos golpes en la puerta y esperó a que le abrieran.
—¿Dígame joven?
—le preguntó la señora.
—Perdone, ¿aquí
vive la esposa del señor Francisco Vázquez?
—Soy yo —contestó
ella— ¿qué se le ofrece?
—Ayer en la
carretera, su esposo me pidió que le trajera este dinero, porque se le
descompuso el trailer...
—¡No puede ser!
—lo interrumpió la señora tapándose la boca—. Mi marido murió hace cinco años.
Al muchacho le
temblaron las piernas, le dejó el dinero a la señora, que se puso a llorar, y
se fue para su casa todo asustado. Cuando llegó, apenas había cerrado la puerta
cuando descubrió frente a él al trailero de la carretera y brincó espantado;
sentía que una fuerza extraña lo invadía.
—¡Gracias, amigo!
—le dijo el muerto con voz cavernosa, mientras desaparecía.
El joven podía
escuchar los latidos de su corazón y tardó un buen rato en recuperarse de la
impresión. Tiempo después, al platicar con unos amigos, se enteró de que el
trailero ya se les había aparecido a otros hombres, mismos que no habían
cumplido el encargo del muerto, por eso se les fue secando el cuerpo hasta
quedar como esqueletos.
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