viernes, 25 de julio de 2014

La bruja del lago

La bruja del lago

Por: Pilar Obón
Revista: Big Bang

Era un tranquilo espejo de agua, rodeado por grandes árboles cuyas gruesas raíces se hundían en el fondo de aquel lago que brillaba con la luz dorada de la tarde. Se veía verdaderamente bonito. Nadie hubiera pensado que ocultaba una historia fuera de lo normal.
A poca distancia había un pueblito que parecía bostezar en la falda de la montaña.  Mi amigo Santiago es de ahí, y ese fin de semana me había invitado a conocerlo. Estábamos sentados a la orilla del lago, contemplando las pequeñas olas que lamían una pequeña playa, y él me conto la leyenda del lago.
-Dicen que hace muchos años, pero muchos, llegó al pueblo una mujer muy flaca y de cabellos largos y vestida con una larga túnica. Tenía los ojos casi transparentes y una sonrisa escalofriante. A nadie le gustaba la nueva habitante del pueblo, y menos cuando, desde que llegó empezaron a ocurrir cosa horribles.-Santiago se detuvo un instante y luego prosiguió- Primero, se murieron todos los animales, luego hubo una sequía espantosa y las cosechas no se dieron, así que hubo mucha hambre en mi pueblo. Pero después llegaron  los aguaceros y todo se inundó, porque una ola de agua negra recorrió el pueblo, tragándose todo lo que se encontraba a su paso; mucha gente murió entonces. A la única que no le paso nada fue a la mujer de los ojos raros, Entonces, la gente dijo que era bruja.
-¿Y si lo era?- Pregunté.
-Parece que sí, porque un día la gente la vio caminar hacia el lago y entrar en él. Al llegar al centro comenzó a hundirse, pero nadie pudo ayudarla, así que se ahogó; ahora viene lo más horrible, nadie nunca encontró su cadáver. Algunos dicen que a veces, por las noches, la bruja sale del lago y maldice al pueblo. Dicen que se ve horrible, toda hinchada por el agua que tragó y llena de lodo. Desde entonces nadie se mete a nadar al lago. Yo no lo haría por nada del mundo.
-Pues yo si lo haré- Dije mientras me quitaba la camisa y me quedaba en shorts – no creo en leyendas.
Santiago me pidió que no lo hiciera, pero yo me metí. El agua estaba fresca y como se nadar muy bien, pronto llegué al centro del lago…
Una mano helada me agarró por el tobillo y me jaló bruscamente hacia abajo. En ese lugar el lago era muy profundo. Comencé a luchar, pero esa mano no me soltaba. De pronto me tomó de los hombros y me volteó. Quedé frente a frente  con la cosa más espeluznante que he visto en mi vida: era una mujer con la cara y el cuerpo tremendamente hinchados y medio morados. Estaba llena de raíces y hierbas del fondo del lago y su largo pelo flotaba alrededor. Sus ojos casi transparentes como los de un tiburón, me miraron con maldad, y una horrible sonrisa desfiguró a un más su cara de muerta. La bruja del lago me sacudió por los hombros, ya estaba aterrorizado, me mataría  y yo me quedaría con ella en el fondo oscuro…
Dos brazos me jalaron por la espalda y la bruja miró por encima de mi hombro. Abrió la boca la cual estaba llena de llagas y sus ojos se llenaron de odio. Volteé y vi que era Santiago que trataba de salvarme.
Eso me dio nuevos ánimos. Entre los dos pateando y jaloneando, logramos zafarnos del espectro y nadamos hacia la superficie.
No tengo ni la más remota idea de cómo llegamos  a la orilla y quedamos tirados en la pequeña playa.
-¿Por qué no nos persiguió? – le pregunté sin aliento.
-Quien sabe – respondió. – Pero ahora sé que la bruja del lago no es ninguna leyenda.

Nunca supe porque nos dejó ir, pero a veces pienso que fue porque, cuando Santiago vio que me hundía, venció su miedo y se lanzó al lago maldito, arriesgando su vida para salvarme. Y contra eso, ninguna bruja del mundo puede hacer nada.

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