sábado, 27 de diciembre de 2014

Mi Bisabuela Ana Enfrenta A Los Demonios

Mi Bisabuela Ana Enfrenta A Los Demonios
(Cuentos con fantasmas y demonios)(Ana María Shua)

Mi bisabuela Ana, ojalá descanse en paz, era una comadrona; atendía a las mujeres embarazadas y las ayudaba en sus partos. Hacía su trabajo porque le gustaba y quería ayudar a la gente, sin cobrar y sin aceptar ningún regalo. Estaba segura que su pago se estaba depositando  en un cofre grande y muy seguro en el Cielo. Como en esa época no había doctores y parteras recibidas en la aldea de Marruecos donde vivía, mi bisabuela  siempre estaba cargada de trabajo.
Las mujeres la querían mucho porque era muy tranquila y sabía darles ánimo sin quitarles la importancia a los dolores. Me contaba mi abuela que su madre, Ana, era una señora robusta, de  brazos gruesos y muy fuertes,vestida con ropa de colores alegres, siempre lista para ir adonde la llamaran. "Dadme gordura y os daré hermosura", solía decir. Y así era ella.
Buena parte de los bebés tienen la mala costumbre de nacer a mitad de la noche. Así, una noche cálida y agradable, pero oscura, mi bisabuela, que ya para entonces era una mujer mayor, volvía a casa después de haber ayudado en un parto difícil. No había luna. Ella iba alumbrando el camino con una vela. De pronto una ráfaga de viento apagó la llama y no pudo ver donde caminaba.
Dicen que Ana no se asustaba fácil. Pero cuando sintió que algo extraño, cálido y peludo rozaba sus piernas, tuvo un sobresalto. Mirando hacia abajo vio, en la oscuridad, el brillo de dos grandes ojos verdes que se alzaban hacia ella. Era un gato. Todos los gatos tienen, de noche, los ojos brillantes. Pero estos particularmente brillaban tanto que servían para alumbrar el camino. Lo más raro era que el gato caminaba hacia atrás, como guiándola. Así llegaron hasta la casa.
Allí mi bisabuela prendió un candelabro y a la luz de las velas vio que el gato en realidad era una gata embarazada. Le dio un poco de carne molida, que la gata devoró. Y mientras la miraba comer, pensó Ana: "Ojalá pudiera ayudarte con tu parto como me ayudaste a mí, linda gatita".
Pasaron los días y una noche de oscuridad y tormenta mi bisabuela se despertó con el sonido de pasos. Se escuchó un arañar en la puerta, Ana se levantó y se vistió rápidamente y abrió. En el umbral estaba parado un hombre que parecía agotado, mojado por la lluvia y por el sudar al mismo tiempo, como si hubiera corrido mucho.
El hombre habló rápidamente:
–Señora, venga conmigo, puede ganar mucho dinero. Mi esposa está a punto de parir, está sufriendo y no tiene a nadie que le ayude.
Ana escuchó la petición con alegría inmensa, disfrutando por adelantado. ¡Poder ayudar en un parto a esta hora de la madrugada, en mitad de una horrible tormenta, era simplemente maravilloso! Algo así como cumplir seiscientas veces trece buenas acciones que mandan las escrituras, todas de una buena vez.
El pueblo era chico. Mi bisabuela siguió al hombre por la calle principal. Lo único raro,lo único que no podía entender, era la razón por la cual  no se escuchaban sus pasos. El hombre se movía tan silenciosamente como si caminara sobre zarpas acolchonadas.
De pronto se dió cuenta de que habías dejado atrás la última casa del pueblo y ahora estaban caminando a campo abierto. La pobre Ana empezó a temblar de terror, porque sabía que allí no vivía nadie que pudiera llamarse humano. Se dió cuenta de que estaba siendo guiada por un demonio.
"Dios ten piedad de mí" murmuro para sí misma. Pero no se atrevió a pronunciar ni una sola palabra en voz alta. Pronto llegaron a un puente en que cada piedra se quejaba con voz humana cada vez que la pisaban. Después entraron en una enorme caverna oscura y se escuchó una voz de un hombre que decía:
–Entre abuela, es por aquí.
Ana estaba aterrada. Dentro de la cueva había diablos y diablesas con cuernos en la cabeza. Cantaban y maullaban como gatos.
"En que agradable compañía me encuentro" pensó Ana. Pero por supuesto, no dijo nada. Un demonio de cuernos largos se la llevó aparte y le dijo en voz baja.
– Si el recién nacido es un varón, podrás tener todo lo que quieras, pero Dios no quiera que sea una mujer. ¡Lo lamentaría por tí!
Pálida de miedo, mi bisabuela no contesto ni una palabra. La hicieron pasar a un cuarto retirado y ¿A quién creen que vió?
Allí estaba acostada la gata que la había visitado unos días atrás. Sólo que ahora solamente tenía la cabeza de gata, con el tamaño y el cuerpo de una mujer. La gata abrió la puerta y susurró:
–Abuela querida: no coma ni beba nada de este lugar, o será convertida en demonio hembra y jamás podrá volver a salir.
Cuando llego el momento del nacimiento, Ana se arremangó y se puso a trabajar.
Los gatos normalmente tienen 3 o 4 gatitos  de una vez. Pero por supuesto, en esa situación nada era normal. Nació un solo gato macho que inmediatamente se convirtió en un bebé de aspecto humano: un hermoso hombrecito. ¡Con qué regocijo fue recibida la noticia en la caverna! ¡Los gritos de alegría llegaban hasta el Cielo! Entonces comenzó el banquete.
Mi bisabuela tuvo muy en cuenta el consejo de la gata y no probó nada durante toda la noche, mientras estuvo en la cueva, aunque le ofrecieron los mejores y más deliciosos alimentos y bebidas. Sirvieron empanadas de carne abiertas, lajmayines, que olían a cielos y a piñones fritos; había quibes de masa crocante y bollos hechos de masa fila tan fina que se podía ver a través de ellos, un hojaldre que, evidentemente, no había sido amasado por torpes manos humanas.
Los demonios trataron de tentarla con dulcísimos mamules y balauas, dulces de nueces, de almendras y de pistaches, embebidos en un almíbar perfumado con el agua de azahar más exquisita que mi abuela jamás hubiera probado. Le ofrecieron de beber desde leche agria hasta deliciosos vinos, pero cuando ella explicó que ella estaba ayunando por el perdón de sus pecados, la dejaron en paz.
Sin embargo, hacía mucho calor en la caverna, la bisabuela había trabajado duramente y tenía sed. "No puede haber ningún mal en que tome sólo un poquito de agua", pensó. Se sirvió agua en un vaso rojo tallado en un inmenso rubí, se lo llevo a los labios.. y un empujó la obligo a soltarlo, derramando su contenido. Era la gata, que se había acercado con su bebé en brazos hasta la mesa del banquete. Después de eso, Ana soportó la sed sin quejarse.
En ese momento el recién nacido se echó a llorar. Tenía un llanto agudo y molesto. Su madre no encontraba el modo de hacerlo callar. (Era su primer hijo y la madre gata estaba un poco nerviosa y asustada). Los parientes  empezaron a quejarse. ¿Qué clase de fiesta era esa con un bebé llorando todo el tiempo? Uno de los demonios se paró y habló:
 Cada vez que nace un bebé de los nuestros, un poco antes, un bebé de la humano nace exactamente igual. Seguro que el bebé humano es más tranquilo que este pequeño demonio. ¡Propongo que lo cambiemos y nos libremos de él!
La madre diablesa no estaba muy segura de querer cambiar a su bebé, pero entre todos la convencieron de que el otro sería exactamente igual, sólo que más tranquilo.
 El diablo que había traído la propuesta tomó en sus brazos al pequeño  demonio y en un instante estuvo de vuelta con el otro bebé, que solamente se diferenciaba en la ropa que traía puesta.
Cuando llegó el bebé humano que, en efecto, dormía plácidamente, Bisabuela Ana vio, con horror, que era el hijo de una vecina al que ellla misma había ayudado a nacer el día anterior.
Enseguida pidió permiso para hacerse cargo de él.
 –Esa no es ropa apropiada para un hijo de príncipes – dijo –. Déjenme ayudar a la madre a cambiarlo.
Y mientras ayudaba a la inexperta mamá, la bisabuela tomo un alfiles de los que utilizaban para sujetar los pañales y se lo clavó al bebé, profundamente en la planta del pie.  El pobrecito se retorció de dolor, lanzó un alarido y se puso a llorar mucho más fuerte que el bebé demonio, mientras la bisabuela Ana rápidamente le ponía los calcetines.
Ahora si que la madre diabla no sabía que hacer con su bebé. No había manera de calmarlo y se negaba incluso a alimentarse de sus pechos. ¡Por suerte para él! Después de una hora todos los demonios coincidieron en que no había nada peor que un bebé humano y sin pensarlo lo cambiaron otra vez.
Ahora el bebé demonio estaba tranquilamente dormido. Cuando se despertó, la mamá gata pudo alimentarlo y todos se sintieron más felices.
Estaba llegando el amanecer. El jefe de los diablos llamó a mi bisabuela.
–Ha llegado la hora de irte. Pero antes puedes pedir lo que quieras y lo tendrás:te daré hasta la mitad de mi reino.
–No  – dijo mi bisabuela –, no quiero nada. El precio de una buena obra es la obra misma.
 –¡Eso es imposible! ¡Debes llevarte algo! Esta es nuestra costumbre y estamos obligados a cumplir con ella  – dijo el demonio jefe, con voz amenazadora, dando a entender que la obligación también existía para ella.
Mi bisabuela Ana se dio cuenta de que no era ninguna broma. Entonces vio un montón de cabezas de ajo en un rincón de sala y pidió un poquito, tanto como para librarse de la obligación. Le llenaron el delantal de ajo y luego la acompañaron a su casa. Lo primero que hizo Ana fue tirar el ajo por la ventana. Después salió corriendo hasta la casa de su vecina y, tal como se lo imaginaba, encontró a toda la familia desesperada, tratando de calmar al bebé que seguía gritando y llorando de modo horrible. En el acto sacó el calcetín y arrancó el alfiler de la planta del pie. Curó la herida, pequeña ero profunda, y pronto el bebé se tranquilizó.
Bisabuela volvió a su casa. Completamente agotada, se hundió en su cama.
A la mañana siguiente la despertó su nieto mayor, Rafule.
Ella miró por la ventana y vio que el ajo se había convertido en oro puro. Diente por diente, repartió el oro entre sus hijos, nietos y toda la familia.
Muchos años después, bisabuela falleció.
Algunos de sus hijos dejaron Marruecos y fueron a América. Otros se quedaron allí. Muchos de sus nietos emigraron a Israel. Así, los Bisabuelos de Ana estamos ahora repartidos por el mundo.  Y cada uno de nosotros guarda hasta hoy un diente del ajo de oro, en recuerdo del pago que recibió nuestra bisabuela por ayudar a todos sin esperar ningún pago.

jueves, 25 de diciembre de 2014

La Niña De Muchos Ojos

La Niña De Muchos Ojos
(Tim Burton)(Ilustración original)

Por poco me da un ataque
 paseando un día en el parque
porque me encontré una niña
que muchos ojos tenía.

Era en verdad muy hermosa
(¡Me tenía impresionado)
pero vi que tenía boca
y acabamos conversando.

Hablamos del mar, los peces
y sus cursos de poesía,
y del lío que tendría si necesitara lentes.

Es estupenda esa chica
que con tantos ojos mira,
más te deja hecho una sopa
cuando se entristece y llora

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Chico Momia


 Chico Momia
(Tim Burton, Escrito e ilustrado por él) (Libro: La Melancólica Muerte de Chico Ostra)
Con la piel hueca y vacía
y sin un gramo de grasa
el niño momia yacía
silencioso en su carcasa.

"Deje, doctor, sus prebendas                                                  
y diga por qué en un día
se volvió nuestra alegría
un amasijo de vendas"

El doctor dio su opinión:
La desventura de su hijo
tiene por nombre- les dijo-
"Maldición del Faraón".











Esa noche en pura lógica
discutieron el asunto:
"Es nuestro niño trasunto
de una excursión arqueológica".

Buscaron una razón
más complicada y científica
pero al fin ganó la mística:
"Es una reencarnación"

Dos veces logró jugar
con los niños del lugar...

Al juego del sacrificio
arcaico de las doncellas
Más huyeron todas ellas
reprochándole ese vicio"















Solitario y rechazado,
el chico momia lloró,
y luego se dirigió
a la alacena, encantado.


















Las vendas se arremangó
y secándose las cuencas
de los ojos se sirvió
en un bol de figuritas
dos plátanos de unas pencas
y hojas de tanino fritas.


















Un día en que se encontro
perdido en una honda niebla
entre su espesa tiniebla
un perro momia se halló.

Para esta mascota fiera
en regalos no fue exiguo:
le construyó una perrera
al estilo egipcio antiguo.


















Una tarde en que llevó
a su mascota a pasear
de lejos pudo notar
algo que le sorprendió:













En el parque no había un alma
excepto por una ardilla
y el grupo de una chiquilla
que desgarraba la calma.













Su cumpleaños celebraban
 al estilo mexicano
cuando un muchacho entrevió
en el prado más cercano
algo que le pareció
justo aquello que buscaban.

"¡Una piñata!- gritó- .
¡y de las meras genuinas!
Seguro alguien la llenó
de dulces y golosinas".

Le dieron con tabla gruesa
hasta ver que el cráneo abierto
no tenía ni una sorpresa.
El chico momia había muerto.

De entre los escarabajos
que en el césped esparcieron 
solo vieron que salieron
dos o tres escarabajos.